domingo, 10 de mayo de 2020

Confesiones de una madrastra

Confesiones de una Madrastra


     Cuando era pequeña solía leer muchos cuentos y fábulas que llenaban mi mente de fantasía, ilusiones y mágicas aventuras.  Amaba sentarme a leer e imaginar las historias en tiempo real.  Además, creaba mis propios cuentos y los ilustraba... mi imaginación no tenía fin.  
     
       Dos cosas quedaron claras en mi mente, como una lectora infantil: Yo quería convertirme en madre y las madrastras son malvadas.  Bueno, al menos eso me enseñó Cenicienta, Hansel y Grethel, entre otros cuentos y fábulas que leí.  Nada más la palabra "madrastra", carga un estigma amargo y pesado.  

       En cambio, ser madre me parecía la experiencia más extraordinaria para un ser humano, desde el mismo hecho de que alguien crezca dentro de ti.  En todas mis  historias de juegos y cuentos, la maternidad estaba presente y con el gran ejemplo de madre que he tenido, definitivamente, ¡Yo quería ser mamá!
      Los primeros que despertaron este instinto en mi, fueron mis sobrinos.  Por cosas de la vida, la mitad de ellos se criaron en casa y tuve la dicha de participar activamente en su crianza, paseos, estudios, viajes, graduaciones y hasta regaños y coscorrones.  Fue una etapa intensa pero añadió a mi vida mucho crecimiento. Hoy en día son jovencitos únicos y quienes llenan mis días de alegría con sus ocurrencias. 



    Poco a poco y con el pasar de los años, Dios me  ha dado sobrinos por decisión y ahijados por elección.  Para cada uno de ellos hay un lugar especial en mi corazón. 





    Siempre agradezco al Señor por cada uno de ellos (y los que faltan).  Pero aún así, en mi corazón seguía anhelando tener los míos propios. 

    El tiempo hizo lo suyo, transcurrir... y a mis 37 años, un gran hombre conquistó mi corazón, mi José, quien había enviudado algunos años atrás, quedando consigo su pequeño hijo Angelo.  

    Así fue como mi vida dio un gran giro y comencé una nueva aventura; además de esposa, me convertí en mamá, o en madrastra, como en los cuentos infantiles.  Tal vez para algunas personas, sea una carga pesada y lo ideal sería comenzar un matrimonio desde cero.  Pero nunca lo vi así. Me sentí privilegiada de tener en mis manos algo (alguien) muy valioso. 

     Angelo fue un niño muy deseado por sus padres.  Su mamá oró a Dios y lo pidió con todo su corazón y por muchos años siguió creyéndole a Dios por un milagro y Dios le concedió la petición de su corazón.  Cuando Angelo tenía 5 años, su mamita partió inesperadamente, pero Dios cumpliría Su propósito en la vida de él y me escogió a mi para cuidar su destino y junto a su papá, amarlo, cuidarlo y encaminarlo. 


         Si mi nombre tuviera un significado, sería: "Escogida por Dios para grandes encomiendas"  y lejos de una carga con un niño ajeno, abrí las puertas de mi corazón para amarlo, no como un hijastro, sino como mi hijo. 

    No ha sido tan fácil ganar su amor y confianza.  El es un niño talentoso, deportista, cauteloso, reservado y de firme carácter.  Pero el tiempo, el amor y la dedicación, han derribado sin duda alguna, todas las murallas entre él y yo.  Hoy en día, Angelo es un jovencito de 12 años.  Me sorprende con abrazos y besos.  Se sube en mi falda, recuesta su cabeza sobre mis piernas y quiere saber a dónde voy, con quién estaré y cuándo regreso.  Me confía sus sueños  y temores.  Me expresa sus sentimientos y cada noche, me da un beso antes de dormir.  Cuando trabajo mucho en la computadora, me regaña y me manda a descansar.  Incluso, el otro día me dijo entre lágrimas, que si él se mudara de adulto a los Estados Unidos, quiere llevarnos a su papá y a mi, para cuidarnos. 

     Es entonces que me doy cuenta que no soy solo una madrastra, sino también su mamá.  Me encantaría que me llamara así, pero he respetado que me llame "Gina", ya que se siente más cómodo.  Y esto no es para todos. Respeto a quienes piensen distinto, pero yo me disfruto  y agradezco a Dios, esta maternidad inesperada. Y es que entre tantos años de soltería, tuve el tiempo suficiente de hacerme toda clase de ideas de lo que sería mi faceta de mamá (incluyendo el inicio del proceso de adopción, mientras estaba soltera), pero ésta me tomó por sorpresa. 

      Casi dos años después de haberme casado y sin quedar embarazada, llega un bebé a nuestro hogar: el gran Dayron, quien en ese momento tenía 10 meses.  Dayron es el hijo biológico de mi sobrina mayor y quien tomó una decisión muy valiente, basada en el amor y  lo puso en nuestras manos.  


    ¡Ahora si que mi mundo está de cabeza! Apenas dos años de casada, un hijo entrando en la adolescencia y un bebé que ni siquiera sabía caminar.  Pero una vez más, levanto el testimonio de la justicia y el cuidado de Dios, quien me lo había hablando en un sueño y  yo no lo había entendido.  Resulta que cuando Dayron estaba recién nacido, soñé que mi sobrina lo ponía en mis manos y en ese momento no entendí que ésto sucedería literalmente, pero Dios me estaba preparando.



       Hace un par de meses, daba un paseo con Dayron en su triciclo y un vecino me dijo: "Gina, te hicieron mamá a la mala".  Reflexioné por un momento, me detuve y le dije sonriendo: "Por las malas no, por las buenas, porque un niño es una bendición."
    Hoy en día tengo una hermosa familia. Les miento si les digo que no quisiera engendrar un bebé biológico, pero Dios ha sido tan y tan bueno conmigo que no le reprocharía nada en esta vida; ¡Que sea su voluntad!   
   Agradezco y valoro esta etapa y junto a mi esposo, estamos criando a dos niños, con dos historias diferentes, engendrados en vientres diferentes, pero que están siendo instruidos en un mismo hogar y eso, también es familia.  

   Este día de las madres me lo disfruté a cabalidad.  No soy mamá de segunda categoría, ni tampoco "la madrastra" de nadie.  Soy Gina, amada esposa de José Medina, tía y madrina de corazón y orgullosa madre de Angelo y Dayron.  Mis hijos no tendrán mi ADN biológico, pero cargan mi ADN espiritual. Serán hombres de bien, temerosos de Dios y cumplirán Su propósito en esta Tierra.
¡Felíz Día de las madres a todas y en especial, aquellas que lo son por decisión y/o por propósito de Dios!.

Moraleja: No todas las madrastras son malvadas.