miércoles, 2 de septiembre de 2015

Sonríe que es de gratis

     Hace unos días, pasé por el servi-carro de un famoso restaurant de comida rápida.  La cajera extiende su mano fuera de la ventanilla para entregarme la comida. Acto seguido, realizó un veloz acto de esconder su mano y cerrar la ventanilla.  De forma inmediata, toqué la ventanilla para pedir sal y ketchup... la cajera "no me vio". Luego, se acercó otra cajera para servir un mantecado (ya que la máquina quedaba justo al lado de la ventanilla) y aunque le toqué el cristal, tampoco "me vio".  Así transcurrieron algunos minutos, los cuales en mi mente parecían horas, en los cuales yo hacía morisquetas, saludaba, lanzaba fuegos artificiales, luces de bengala, le limpié las ventanillas con "windex"... en fin, hice todo lo posible por llamar su atención, pero todos mis intentos fueron infructuosos.  Cuando era el momento de entregar la comida al próximo cliente, sin que le quedara más remedio, la cajera al fin abre la ventanilla (lo cual para mí fue como que se me abrieron las ventanas de los cielos), y me mira con una única cara y solo dice: "¿ajá?".  Demás está decir que cuando le agradezco por darme la sal y el ketchup, no me dijo nada.  Talvéz si le hubiera dicho una grosería, se hubiera dignado en hablarme, aunque fuera para responderme la grosería.
     En un mundo tan consumidor como en el que nos ha tocado vivir, nadie se salva de interactuar  en la dinámica de servicio al cliente... ya sea como vendedores o como clientes.  Lo triste es que algunas personas llegan a trabajar en este tipo de negocio, porque no tienen otra alternativa y es ahí cuando vienen los problemas. 
    Otro día fui con mi mamá a una tienda de ropa en el famoso Río Piedras.  La tienda tenía en vitrina una prenda exacta a la que estaba buscando para mi sobrina.  Al entrar a la tienda, observo que era larga y estrecha, como un pasillo con ropa colgada por todas partes.  Solo había un hombre descansando sus brazos sobre los "racks" de ropa, con su mirada al vacío.  Nadie nos saludó (aunque eramos las únicas clientes). Le pregunto al muchacho: "¿usted trabaja aquí?". El chico me responde afirmativamente (pero no se dignó en mirarme) y cuando le pregunto por la prenda de ropa en particular, me hace señas con la mano hacia la caja registradora (pero ni me miró a mi, ni tampoco miró a donde me señalaba).  Cuando fui a la caja registradora, las prendas de ropa quedaban dentro del "counter".  Yo entré, busqué la ropa y ya que el vendedor ni siquiera nos miraba, comencé a bailar y hacía gestos como si estuviera cobrando en la caja registradora y mi mamá, quien se había quedado del otro lado del mostrador, se moría de la risa.  Cuando me cansé de jugar a ser cajera, le grité al vendedor: "¡Voy a pagaaar!".  Entonces, el vendedor abandonó su postura de gárgola de piedra y me cobró.  

       Cuando salí de la tienda me preguntaba: "¿sabrán los dueños que la persona que tienen en su tienda no le interesa en lo absoluto realizar alguna venta?" o talvéz, "¿será él mismo el dueño?".
 También me ha sucedido en múltiples ocasiones, que cuando voy a pagar en alguna tienda, las cajeras están más interesadas en la conversación entre ellas, que en atender al cliente. Así es que te enteras de quién cerró la tienda en la noche anterior, quién se reportó enfermo y subió una foto en la playa y de lo ineptos que son los gerentes en turno.

    ¿Cuándo entenderemos que cuando tenemos un trabajo, somos la cara de la compañía?  El tiempo que prestamos a cambio de dinero, es un compromiso por hacer un excelente trabajo.  No nos cuesta nada ser amables con los clientes, regalarles una sonrisa y hacer todo lo que está en nuestras manos para ayudarles.  Esa debería ser nuestra mayor motivación.  
    Seguramente, a todos nos ha pasado que nos han atendido de forma tan impersonal, mecánica y hasta hostil que quedamos frustrados.  Yo que soy tan sensible, me dan hasta ganas de llorar. Cuán frustrante es llegar a una oficina y que tengas que tomar un largo turno, sólo para preguntar dónde está el baño. A veces, se vuelven tan intransigentes que uno se siente cosificado (que te sientes cosa y no persona).

     Yo sé que los clientes también se las traen, pero les puedo garantizar que cuando ayudamos a nuestros clientes, les damos la mejor sonrisa y agotamos todos los recursos por ayudarlos, provoca en nosotros una de las sensaciones más hermosas de la vida.  Como directora escolar, he tenido la oportunidad de escuchar a padres preocupados y aunque me las he tenido que ingeniar para buscar soluciones creativas, es una gran bendición ver sus rostros de agradecimiento. 



     Si por casualidad, hay alguien que no valora todo el esfuerzo que hago por ayudarles y actúan con una actitud como si todo se lo merecieran, no pasa nada... los sigo tratando igual.  He aprendido, através de la Palabra de Dios que: 

"Todo lo que hagan, háganlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres..."
 [Colosenses 3:23].  

     Solo así entenderemos que ser amable, cortés, considerado y servicial, no es una opción, sino nuestra obligación... Una obligación que se hace con orgullo y dignidad, sabiendo que somos los representantes de Dios sobre la Tierra.  De esto se trata, cuando Jesús dijo que el Reino de Dios se ha acercado y en este reino, no hay lugar para groserías, malas actitudes, humillaciones, altanerías ni prepotencias. Además, el segundo mandamiento dice: 

"Amarás (considerarás, tratarás, cuidarás, etc.) a tu prójimo, como a tí mismo".
[Mateo 22:39].


     Además de desahogarme, mi intención con este escrito es que podamos reflexionar sobre nuestros tratos y relaciones con otros.  No permitamos que el sistema nos absorba... Hagamos la diferencia y cambiemos positivamente el clima organizacional de nuestra institución. Les aseguro que la semilla de amabilidad que usted siembre, tendrá excelentes frutos. 

¡Haz la diferencia!




6 comentarios:

  1. Morí y revivi..... Me super gustó el artículo

    Javier A. Quirós

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  2. Espectacular mas q cierto una buena actitud lo cambia todo asibq 😀 q es gratis

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  3. Definitivamente mi amiga, usted se bota!
    Me siento totalmente identificada. Hasta cuando el servicio es por teléfono, una sonrisa (aunque el cliente no te ve) se siente el estado de animo de ese empleado. La voz cambia con una sola sonrisa!
    Gracias por compartir! Excelente!!!! Como siempre !!!! ❤️

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  4. Gracias amiga! El cariño y la admiración es recíproca!

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